«Probablemente Dios no existe, así que deja de preocuparte y disfruta de la vida»
Esta es la frase que se verá en unos pocos autobuses de Madrid y Barcelona y que pasaría desapercibida si no fuese por el enorme escándalo que ha levantado semejante afrenta en los medios conservadores madrileños que la califican como apología del ateísmo.
Yo he de reconocer que soy ateo, que es casi como salir del armario, que parece que hay que decirlo con la boca pequeña pues el ateo durante muchos años no fue muy bien visto y sigue sin serlo. El ateo es simplemente quien niega la existencia de Dios y yo la niego, nunca tuve fe y veo difícil una iluminación que me lleve a crear un monasterio en Carabanchel. No es malo, es una opinión más sobre deidades pero que desde la militancia ultra sea católica, judía o musulmana se ve como una amenaza.
El ateísmo no es sencillo pues el asumir la finitud de la vida conlleva una consciencia de lo limitado que es la existencia frente la expansión al infinito que prometen las grandes religiones monoteístas puede ser una dura lucha interna.
El ateo no reconociéndose en Dios ni en ninguna de sus imperfectas religiones no asume los mandamientos religiosos y morales que todo monoteísta recibe a lo largo de su adoctrinamiento. El camino hacia la moral propia saliendose de esos marcos es más personal, uno se vuelve mas racionalista y me gusta el termino librepensador que según la Wikipedia es: «una persona que forma sus opiniones sobre la base de la razón, independientemente de la religión, la tradición, la autoridad y las ideas establecidas, para ser dueño de sus propias decisiones».
El ateísmo y su versión dulcificada de agnosticismo crece mucho más que cualquier otra religión en Europa, en 2005 solo un 52% creía en un solo Dios, dato desalentador para el Vaticano y un 18% no creía en la existencia de ningún tipo de Dios. El porcentaje se invierte cuanto más arriba se mire en el mapa europeo. Y la tendencia actual es que el dato de creyentes monoteístas siga descendiendo.
El Vaticano además recela observando como los católicos actuales están en su mayoría muy lejos de sus rancios postulados creciendo una nueva forma de vivir la fe más unido a la intimidad y en unión a unos valores morales más propios y modernos alejados de púlpitos, roucos y sermones en la plaza de Colon.
Si bien no hay que olvidar que ateísmo no es la negación de la libertad religiosa y es cuando aparece el termino laicismo que es el punto de encuentro de ateos y algunos creyentes que consideran que el Estado no ha de intervenir en la libertad de conciencia del individuo. Largo camino por recorrer a muchos de de los Estados actuales y en especial al nuestro donde hasta quitar cruces del lugar de formación de nuestros futuros ciudadanos se considera un ataque de cristofobia.
Así que importamos otra idea de los british. A ver qué tal sienta en barrio de Salamanca
Despues de haberme educado en un colegio del Opus Dei yo tambien me declaro «atea» por muchos motivos que seria muy largo de contar pero el principal fue como dice la frase de los autobuses: DISFRUTAR DE LA VIDA, no se disfruta de la vida con miedo, culpabilidad, represion etc.
Hay algo que diferencia sustancialmente la religion Catolica del resto de las religiones que es «la confesion», obtener tanta informacion (ya se sabe, la informacion: es poder) sobre las pasiones y debilidades humanas en muchas ocasiones de tus vecinos del pueblo, tus alumnos, conocidos etc. es lo que la hace mas profundamente culpabilizadora, temerosa, represiva y dominadora esta religion.
Esta vez recomiendo ver la magnifica pelicula española «CAMINO», ilustrativa y valiente.
La culpa y la confesión. Están tan arraigados que cuando vemos las frecuentes alusiones a la culpa de los católicos en películas y series de TV estadounidenses, nos parece chocante. Pero claro, allí no parece haber más que practicantes de religiones.
Yo no tanto, pero mi madre si vivió el nacionalcatolicismo, incapaz de responder con un mínimo de respeto a las preguntas de una niña.
Mi abuelo iba a misa y era militar de carrera durante la República. Posiblemente dejó de creer (si no lo había hecho ya) cuando un cura que observaba cómo le daban palizas en el Arsenal de Cartagena, bien acabada la Guerra Civil, no contestaba siquiera a sus ruegos de que le ayudase.
En una jornada de Huelga General contra el gobierno socialista, yo, que sí trabajaba de camarero, serví abundante comida a los camaradas del sindicato que comentaban con alborozo los éxitos del día (piquetes y demás). Se sentaron en la misma mesa en la que solía cenar, no menos abundantemente, el cura que quince años antes me dio la Primera Comunión.
Por no hablar del cura que daba la Misa de Navidad en el Colegio Hispania de Cartagena, al que los dos mayores pijos y porreros de mi clase casi besan la mano.
O el de Alcantarilla, que en una boda rogaba al novio para que proveyera y a la novia para que recibiera en casa con amor al cansado marido. En 1996.
O el cura del Hogar de Betania, un absoluto demente que empleó fondos de la residencia en constriur una piscina inutilizable por los ancianos, pero no por él y su familia. Cuando aparqué en el lugar que él se reservaba, me dejó bloqueado media hora. Su venganza fue no dejar comulgar a mi abuela de ochenta años, de forma muy pública. Todavía le podría partir la cara con gusto.
Así que me temo que aunque mantuviera la fe católica que se me presuponía de niño, dado que fui bautizado, no es muy probable que la practicase en sus supermercados del perdón.